Fotografía: David Trullo
Video meliora, proboque; Deteriora sequor.
(veo las mejores cosas y las apruebo: sigo las peores)
Ovidio, Metamorfosis.
A new kind of monster, compounded
of purity and corruption, a monk and a knight.
Henry of Huntingdon, Historia Anglorum, 1879
Everywhere I see bliss, from which
I alone am irrevocably excluded.
Mary Shelley, Frankenstein, 1818.
Cuidado con los monstruos delicados. No tienen ese aspecto amenazante o extraño de los que comúnmente conocemos, sino resplandeciente. Son bellos y seductores aunque su poder destructor no es menor (killing me softly).
Todos decimos haber conocido alguna vez una ninfa, un sátiro, un centauro, una arpía, una sirena, pero claro, nos equivocamos. Sólo eran simples mortales como nosotros que parecían imbuidos del espíritu de uno de esos monstruos delicados, o quizá tuvieron a alguno de ellos por antepasado.
Esos delicate monsters son garantía de catarsis y éxtasis, pero también, irremediablemente, de destrucción. ¿Dónde están entonces? Siempre jugaron en ‘otra división’, ni mejor ni peor que la nuestra, y siguen tan interesados en nosotros como nosotros en ellos. Nos necesitamos. Pero ahora ellos tienen que esconderse, disfrazarse, los simples mortales han llegado a ser demasiado poderosos. No olvidemos que nosotros ya acabamos con los dioses y saqueamos el Olimpo. Pero aún diezmados, siguen entre nosotros. Incluso nos atrevemos a mostrarlos en su terrible belleza de vez en cuando (¿quién se resiste a ser mordido por el vampiro Brad o el vampiro Tom?)
De vez en cuando tenemos noticias de ellos, como en el detallado via crucis de Humbert Humbert a manos de Lolita Haze, una ninfa (nínfula) que los pacatos insisten en convertir en víctima de un pederasta. Me parece oír la burlona risa, cristalina como manantial, de la ninfa Lolita mientras lee las críticas del libro. Los simples mortales, cada vez más poderosos, pero también más estúpidos. La victoria definitiva sobre los monstruos traerá nuestra desgracia final. O en el caso del moderno Prometeo, el monstruo de Frankenstein (no el de la exagerada romántica Mary Shelley, sino el que nos mostraba en el cine James Whale): feo por exigencias del guión, pero con una ternura que era su belleza y que utilizaba para confundirnos al estrangular a la niñita en el lago. Muchos de esos monstruos se esconden en los cuentos actuales, de forma que no sabemos quién es quién, quizá la Bella es el verdadero monstruo por sacrificar a la pobre Bestia por un final feliz. Ven, monstruo, a mí. And kill me softly. O como tú quieras. Ya no soporto a los simples mortales.
David Trullo, Madrid, Abril 2008
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Take care of delicate monsters. They do not have that threatening or strange aspect of what we commonly know, but they are shining. They are beautiful and seductive although their destructive power is not small (killing me softly).
Sometimes we all say that we have known a nymph, a satyr, a centaur, a harpy, a siren, but clearly we are mistaken. They were only simple mortals like us that seemed imbued of the spirit of one of those delicate monsters, or perhaps they had some of them as an ancestor.
Those delicate monsters are a sign of catharsis and ecstasy, but also, irremediably, of destruction. Where are they, then? They always played in `another dimension”, nor better or worse than ours, and they are still so interested in us as we are in them. We need each other. But now they must be hidden, disguised, simple mortals have gotten to be too powerful. Do not forget that we already finished with Gods and sacked the Mount Olympus. But still decimated, they live among us. We even dare to show them in their terrible beauty once in a while (who resists to be bitten by Brad the vampire or the Tom the vampire?)
Once in a while we have some news from them, like in the detailed via crucis of Humbert Humbert at Lolita Haze’s power, a nymph (nínfula) that the prudish insist on seeing as a victim. It seems to me to hear the mocking laughter, crystalline like a spring, of the nymph Lolita while she reads the critics of the book. The simple mortals, each time more powerful, but also more and more stupids. The definitive victory on the monsters will bring finally our misfortune. Or in the case of modern Prometheus, the monster Frankenstein (not the one of the exaggerated and romantic Mary Shelley, but the one that showed us in cinema James Whale): ugly by exigencies of the script, but with a tenderness that was its beauty and that it used to confuse us when strangling the little girl in the lake. Many of those monsters are hidden in present stories, so that we do not know who is who, perhaps the Beauty is the true monster because she sacrificed the poor Beast to a happy end. Come, monster, to me. And kill me softly. Or as you want. I no longer support simple mortals.
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